Muchas veces he buscado en mi
interior algo que me ayude a volver, a encontrar las cosas más simples
de la vida, aquellas que desde chico me asombraban y me llenaban de alegría.
Esto me sucede porque me alejo de esas simples cosas, probablemente invadido
por la vorágine diaria y la celeridad en la cual vivo y es así como poco a poco
voy sintiendo una sensación de alejamiento de esos lindos momentos, nostalgia
de simpleza y sencillez que tanto me reconfortaban.
Dejamos de ser nosotros cuando recibimos distracciones y hechos que
nos perturban y es en ese momento, cuando ya saturados, empezamos a buscar algo
motivador acorde a nuestros más profundos y sinceros sentimientos. Algo que nos devuelva la vida...
Fue así que luego de varios días de mucho trajín laboral y pocas
horas de sueño o mal dormir y tratando de salir un poco de todo eso, encontré
algo que realmente me permitía volver a tener esos momentos simples de
sencillez, calidez y alegría.
Algo muy alejado e independiente de lo cotidiano: el “Fly Cast” o
“pesca con mosca”, que mezcla la pesca de truchas con un poco o mucho
de arte y naturaleza y, mucho más arte todavía, es la “pesca con mosca seca”.
De repente me encontré dentro de un río que corre fuerte sobre las
piedras de su fondo formando una amplia y hermosa sinfonía de sonidos, rodeado
de majestuosas montañas con distintos tipos de verdes y tonalidades que
dependen de la época del año y con animales salvajes, dando forma al
maravilloso escenario donde comenzamos a realizar nuestro “arte”. Digo arte
porque no solo tiene que ver con esperar a que el pez muerda el anzuelo, luego
sacarlo del río y devolverlo con el menor daño posible, sino que debemos
principalmente estudiar el entorno, zambullirnos en las distintas variables que
presenta el clima para poder comprenderlo, observar cada detalle sobre la
superficie del río y todo ello sumado a la habilidad y experiencia que cada uno
posee. Estas condiciones hacen que podamos disfrutar, disfrutar verdaderamente,
no de la pesca en sí, sino de la grandeza que la naturaleza nos brinda en ese
momento. Es un sentir profundo. Es retornar a las cosas más elementales que
están muy arraigadas dentro de nosotros.
Quiero contarles que, si bien la pesca siempre me acompañó desde muy
pequeño y fue para mí un espacio de intenso encuentro con la naturaleza, al
igual que mi otra pasión “el yachting”, es en esta actividad donde encontré
algo más que todo eso y creo que tiene que ver con la esencia de cada uno, los
sentidos y el reencuentro con lo elemental. Encontrarse en medio de un río de
nuestro sur acotado de montañas con rocas sobre su fondo con agua cristalina
que corre y da vida y un viento frío rosando nuestra cara es una sensación
única donde se agudizan los sentidos y se libera el alma. Podría decirse que hay
momentos donde simplemente uno siente que ya no es alguien extraño a ese
entorno: simplemente somos parte de él y de todo lo que nos rodea y que si
saliéramos de ahí probablemente faltaría algo y el lugar ya no sería el mismo.
Es así como luego de sentir todo ese conjunto de sensaciones, caña
en mano y mosca preparada, habiendo elegido la adecuada para la ocasión,
entrego mis manos al río, lo siento y lo vivo, me mojo un poco la cara y busco
el lugar preciso donde intuyo pueden estar comiendo las truchas. Observo cada
detalle que me rodea con mucho detenimiento y cuidado; para no perderme nada,
cada instante es un disfrute, cada vibración de mi mosca es una peligrosa
tentación para la trucha y cada pequeño movimiento del agua una nueva sensación
para mí.
Es muy agradable, muy reconfortante y espectacular como todos los
sentidos se agudizan y se focalizan en una misma dirección. No hay
distracciones, no hay ruidos fuera de lo natural, no hay nada que pueda interponerse
entre mi objetivo y yo; soy mis sensaciones. Sólo reina un cálido momento de
paz y espiritualidad que me llevan a la plenitud lo que estoy haciendo.
Siento, vivo, me miro y cada vez más me sumerjo en ese mundo. Me
alejo del ruido, me acerco a mi mismo.
Luego de una hermosa jornada y llegando el atardecer, retorno a
casa, destapo una buena botella de vino tinto y me siento a recordar cada
momento de ese día donde la paz, la tranquilidad, la armonía, lo natural y
elemental me envolvieron, lejos de toda distracción que pudiera perturbarme, lejos
de todo ruido que impida conectarme con mis sentidos.
PD: Como dice el Martin Fierro "a otros le brotan las coplas, como agua de manantial, pues a mi me pasa igual, aunque las mías de nada valen, de la boca se me salen, como ovejas del corral", con esta frase mi gran Amigo de San Pedro me acercó su vivencia. El texto es de él, y gracias a sus palabras, la experiencia que el vivió, ahora puede ser todos... Gracias Liso!!!