jueves, 29 de abril de 2010

No encuentro las palabras ni distingo las emociones… ¿Estoy en el horno?

Y ¿Vos cómo estás? Hmm, bien… que se yo… no sé… Ante esta pregunta no siempre tengo una respuesta satisfactoria. A veces porque no logro tomar contacto con mis emociones y otras veces porque no encuentro las palabras para expresarlas. No siempre tengo claridad meridiana para saber exactamente qué emoción me está atravesando.

Impotencia y frustración me inundan cuando esto me sucede.

Hay quienes parecen incapaces de expresar verbalmente las emociones, debido a la dificultad que tienen para identificar, entender o describir lo que sienten.

Cuántas veces dijimos: "No tengo palabras", "me siento extraño", "tengo un nudo en la panza", "se me cierra la garganta", "me falta el aire", "no sé qué me pasa" o, simplemente, no nos dimos por enterados de que dentro de nosotros se estaba librando una batalla. Esas palabras que no llegan, esos sentimientos que no reconocemos, son pasajes de ida a un mundo donde reinan la confusión, la insatisfacción, las apariencias.

Es que la alexitimia se presenta como una perturbación cognitivo-afectiva. En otras palabras, una dificultad para diferenciar las sensaciones corporales de los sentimientos.

No es que la persona no tenga afectos sino que no puede distinguir matices o intensidades. No es que uno sea limitado en su vocabulario; ocurre que las palabras no aparecen a la hora de hablar de todo o, al menos, de "algo" de lo que nos pasa.

Imaginemos un volcán. Si la montaña tuviera posibilidades de decir: "Estoy enojada, muy enojada; no quiero esto para mí pero... allá va mi enojo", mucho más leve sería la erupción. Quien no reconoce lo que siente o le faltan las palabras para explicarlo, será muy posible que caiga en "erupciones" como expresiones de conflicto.

Los alexitímicos suelen convertirse en personas agresivas con el entorno, pero fundamentalmente consigo mismas. Lo que no se expresa hacia fuera… estalla hacia adentro. Dolor de cabeza, garganta, pecho cerrado, úlcera, gastritis son algunas de las consecuencias corporales de la alexitimia.

El cuerpo habla, grita, llora, gime…

Para una terapia eficaz habrá que encontrar caminos que nos permitan llegar adonde conviven el afecto y la palabra.
Se me viene la imagen de un descenso hacia las profundidades de uno mismo. Habitar el propio templo sagrado donde laten y vibran las cosas más valiosas de uno mismo.

El psiquiatra chileno Fernando Lolas subraya en la obra de Sivak y Wiater que "el sistema verbal es un constituyente esencial del afecto, tanto en sus dimensiones conscientes como en las inconscientes". El ser humano necesita verbalizar sus sentimientos y emociones, convertir en palabra y en diálogo sus afectos. "El diálogo es con uno mismo, con los otros, con el pasado, con el futuro", dice Lolas.

El diálogo es la concreción, la puesta en acto de las emociones. Primero uno conoce, reconoce, identifica; luego lo representa, lo simboliza, le pone palabras. Por esto, médicos y terapeutas deben enseñarle al paciente a descubrir las conexiones que existen entre sus reacciones físicas y sus afectos. Y para que esto sea posible, habrá que ofrecerle nuevas herramientas y recursos para ganar en flexibilidad e imaginación.


*Algunos textos son míos y otros de un artículo del diario La Nación.

viernes, 23 de abril de 2010

Más cerca... más lejos...


En el devenir de nuestra vida establecemos prioridades según nuestras creencias y valores. En la medida que podemos, le damos a esas prioridades, un tiempo, un lugar, una forma. No siempre comunicamos de manera explícita cuales son nuestras prioridades, pero de hecho las podemos identificar.

Hasta aquí, todo muy lindo.

El año empieza a correr y nos subimos al tren. Ponemos piloto automático y en diciembre decimos: ¡Cómo se fue el año!

Mientras todo vaya más o menos bien no nos preocupamos. Pero algo, de a poco, se va enfriando, lo dejamos de alimentar, las urgencias dirigen nuestras vidas, y por miedo a quedar mal, nos vamos olvidando de la importancia de nuestras creencias y valores.

Las urgencias ocupan más tiempo que las cosas importantes.


¿Por qué respondo a una urgencia antes que a una cosa importante?

- Porque no se decir que no
- Porque van a pensar mal de mí
- Mi imagen se ve amenazada y quiero conservarla intacta y en alza
- Porque no tolero la frustración
- Porque me hago cargo de cosas que le corresponden a otros
- Porque soy tremendamente autoexigente
- Porque reflexionar cómo vivo es encontrarme con una verdad que me asusta

Parece que muchos de nosotros nos empezamos a ocupar de algo cuando percibimos que está bajo amenaza. Esta conclusión a la que llego puede ser perfectamente rebatida, es opinable, pero no por eso, dejaré de compartirla.

En algún momento… lo importante empieza a hacernos reclamos en la ventanilla de atención al cliente…

- Me ocupé de las cosas de mis hijos… pero no de mis hijos
- Me ocupé de mi trabajo para darle todo a mis hijos que los terminan educando todos menos yo porque no estoy nunca.
- Me acordé de escuchar a todos pero dejé de escucharme en lo profundo del corazón.
- No recuerdo la última charla íntima con mi gran amigo
- Respondí a las necesidades de todos y desatendí totalmente las mías.
- Ah! ¿Y mi pareja?
- Dejé todo lo que me hacía bien…
- … sigan enumerando…

Citando a un notable poeta y canta autor, él se preguntaba: “¿Acaso no estamos viviendo de un modo equivocado los días que no tocaron en suerte?”

Se me ocurre formular la pregunta de otra manera y en sentido positivo:

¿Cuán cerca estás de aquello que soñaste para vos?

lunes, 12 de abril de 2010

Leven anclas!!!

La mayoría de nosotros, los navegantes, soñamos alguna vez con ser piratas. Existen mares de tinta derramados en los relatos épicos, románticos, dramáticos, aventureros y supersticiosos de los piratas y corsarios.
Crecí bajo las leyendas del pirata Sandokán, Capitán Blood con Errol Flynn, El Halcón de los Mares, el Corsario Negro hasta Jack Sparrow en nuestros días.

Todos estos personajes fueron alimentando mi “pasión irrefrenable por el mar”.

Un símbolo que aparece en Piratas del Caribe, es la curiosa brújula del capitán Jack Sparrow. La curiosidad radica en que esta brújula no apunta al norte como todas sino que apunta a tus deseos. Este símbolo me dejó pensando.

¡Qué bueno tener una brújula que apunta a tus deseos!

Ante la pregunta: ¿Qué es lo que quiero? Miraríamos la brújula y emprenderíamos el viaje hacia ellos. Simple. Cuando un navegante encuentra su rumbo, dirige el timón hacia allá, orienta las velas según el viento, y compromete a toda su tripulación para alcanzar el objetivo.

Al momento de establecer la analogía con la vida descubro que no siempre tengo claro qué es lo que quiero. No siempre mis deseos se me manifiestan con claridad. A veces no sé como declararlos, nombrarlos, discernirlos, identificarlos, etc.

A veces los detecto. Tomo contacto con ellos. ¿Y qué pasa? No me animo a sacar mi barco del puerto, soltar todas las velas y largarme al mar. El barco está seguro en el puerto. Pero… los barcos están hechos para navegar y no para quedar amarrados y anclados. ¡Algunos barcos ni siquiera han ingresado al agua!

Imaginen un barco que va sin rumbo, un capitán desconcertado y una tripulación que empieza a dudar de sí misma y de su líder. ¡Caos total!

Existe una manera de tomar contacto con los profundos deseos del corazón: desarrollar la inteligencia emocional.

Una persona emocionalmente inteligente:

• Desarrolla habilidades tales como ser capaz de motivarse y persistir frente a decepciones; controla el impulso y demora las gratificaciones, regula el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar; mostrar empatía y abrigar esperanzas.

• Gran parte de las pruebas muestran que las personas emocionalmente expertas – las que conocen y manejan bien sus sentimientos e interpretan y se enfrentan con eficacia a los sentimientos de los demás – cuentan con ventajas en cualquier aspectos de la vida, ya sea en las relaciones amorosas íntimas, o en elegir las reglas tácitas que gobiernan el éxito.

• Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas también tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en la vida; y de dominar los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad.

• Las personas que no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y pensar con claridad.


• La frase del oráculo de Delfos; confirma esta piedra angular de la inteligencia emocional: la conciencia de los propios sentimientos en el momento en que se experimentan.

• Conciencia de uno mismo (self awareness) una atención progresiva a los propios estados internos.

Se puede empezar por acá.

Los invito a soltar amarras, levantar el ancla, desplegar las velas…

¡Vayan por aquello que desean!