miércoles, 24 de abril de 2013

¿Cuál es tu lugar en el mundo?

Muchas veces he buscado en mi  interior algo que me ayude a volver, a encontrar las cosas más simples de la vida, aquellas que desde chico me asombraban y me llenaban de alegría. Esto me sucede porque me alejo de esas simples cosas, probablemente invadido por la vorágine diaria y la celeridad en la cual vivo y es así como poco a poco voy sintiendo una sensación de alejamiento de esos lindos momentos, nostalgia de simpleza y sencillez que tanto me reconfortaban.

Dejamos de ser nosotros cuando recibimos distracciones y hechos que nos perturban y es en ese momento, cuando ya saturados, empezamos a buscar algo motivador acorde a nuestros más profundos y sinceros sentimientos. Algo que nos devuelva la vida...

Fue así que luego de varios días de mucho trajín laboral y pocas horas de sueño o mal dormir y tratando de salir un poco de todo eso, encontré algo que realmente me permitía volver a tener esos momentos simples de sencillez, calidez y alegría.

Algo muy alejado e independiente de lo cotidiano: el “Fly Cast” o “pesca con mosca”, que mezcla la pesca de truchas con un poco o mucho de arte y naturaleza y, mucho más arte todavía, es la “pesca con mosca seca”.

De repente me encontré dentro de un río que corre fuerte sobre las piedras de su fondo formando una amplia y hermosa sinfonía de sonidos, rodeado de majestuosas montañas con distintos tipos de verdes y tonalidades que dependen de la época del año y con animales salvajes, dando forma al maravilloso escenario donde comenzamos a realizar nuestro “arte”. Digo arte porque no solo tiene que ver con esperar a que el pez muerda el anzuelo, luego sacarlo del río y devolverlo con el menor daño posible, sino que debemos principalmente estudiar el entorno, zambullirnos en las distintas variables que presenta el clima para poder comprenderlo, observar cada detalle sobre la superficie del río y todo ello sumado a la habilidad y experiencia que cada uno posee. Estas condiciones hacen que podamos disfrutar, disfrutar verdaderamente, no de la pesca en sí, sino de la grandeza que la naturaleza nos brinda en ese momento. Es un sentir profundo. Es retornar a las cosas más elementales que están muy arraigadas dentro de nosotros.

Quiero contarles que, si bien la pesca siempre me acompañó desde muy pequeño y fue para mí un espacio de intenso encuentro con la naturaleza, al igual que mi otra pasión “el yachting”, es en esta actividad donde encontré algo más que todo eso y creo que tiene que ver con la esencia de cada uno, los sentidos y el reencuentro con lo elemental. Encontrarse en medio de un río de nuestro sur acotado de montañas con rocas sobre su fondo con agua cristalina que corre y da vida y un viento frío rosando nuestra cara es una sensación única donde se agudizan los sentidos y se libera el alma. Podría decirse que hay momentos donde simplemente uno siente que ya no es alguien extraño a ese entorno: simplemente somos parte de él y de todo lo que nos rodea y que si saliéramos de ahí probablemente faltaría algo y el lugar ya no sería el mismo.

Es así como luego de sentir todo ese conjunto de sensaciones, caña en mano y mosca preparada, habiendo elegido la adecuada para la ocasión, entrego mis manos al río, lo siento y lo vivo, me mojo un poco la cara y busco el lugar preciso donde intuyo pueden estar comiendo las truchas. Observo cada detalle que me rodea con mucho detenimiento y cuidado; para no perderme nada, cada instante es un disfrute, cada vibración de mi mosca es una peligrosa tentación para la trucha y cada pequeño movimiento del agua una nueva sensación para mí.

Es muy agradable, muy reconfortante y espectacular como todos los sentidos se agudizan y se focalizan en una misma dirección. No hay distracciones, no hay ruidos fuera de lo natural, no hay nada que pueda interponerse entre mi objetivo y yo; soy mis sensaciones. Sólo reina un cálido momento de paz y espiritualidad que me llevan a la plenitud lo que estoy haciendo.

Siento, vivo, me miro y cada vez más me sumerjo en ese mundo. Me alejo del ruido, me acerco a mi mismo.

Luego de una hermosa jornada y llegando el atardecer, retorno a casa, destapo una buena botella de vino tinto y me siento a recordar cada momento de ese día donde la paz, la tranquilidad, la armonía, lo natural y elemental me envolvieron, lejos de toda distracción que pudiera perturbarme, lejos de todo ruido que impida conectarme con mis sentidos.
 
PD:  Como dice el Martin Fierro "a otros le brotan las coplas, como agua de manantial, pues a mi me pasa igual, aunque las mías de nada valen, de la boca se me salen, como ovejas del corral", con esta frase mi gran Amigo de San Pedro me acercó su vivencia. El texto es de él, y gracias a sus palabras, la experiencia que el vivió, ahora puede ser todos... Gracias Liso!!!

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