viernes, 28 de enero de 2011

Dialogando con los enemigos


I have a dream, repetía incansablemente Luther King.

¿Qué hacemos con nuestros sueños? ¿Los guardamos en un lugar de la memoria como si fueran un refugio al cual huir para defendernos de la cruda realidad, llena de impotencia y amargura?

¿Descalificamos a los soñadores por ingenuos e inmaduros? ¡La gente grande no sueña! Trabaja y es responsable.

A la hora de bajar los sueños y transformarlos en proyectos hacemos un inventario de los recursos que tenemos para lograrlo y como por arte de magia aparecen de los cuatro puntos cardinales: los obstáculos.

Tenemos conciencia de los obstáculos externos. El entorno cercano, la realidad de país, y las circunstancias globales. Estos actores normalmente tienen la culpa del fracaso de nuestros proyectos. El afuera adquiere un tamaño inmenso, se levanta como un enemigo imbatible y amenazante. El afuera es lo único que existe frente a mi paisaje interior que,momento a momento, se va empequeñeciendo hasta reducirse a su mínima expresión. La conclusión a la que llegamos es: “No se puede”. Y entre resignación, frustración, amargura y una mala cuota de realismo, (realismo que encubre un corrosivo cinismo) abandonamos sueños y proyectos. Nuestra existencia se reduce a hacer “lo que hay que hacer”, o hasta donde me dejan hacer...

¿Y qué decir de los obstáculos internos? ¿Qué nombre les ponemos? Debilidad? Enemigos íntimos? Coro de víctimas? Refutadores de leyendas?

Enfrentar los obstáculos es algo que normalmente hacemos. Así se ha forjado la cultura. La vida es una carrera llena de obstáculos que permanentemente hay que superar. Son inmensos, diversos, sorpresivos, previsibles, reales e imaginarios.
La propuesta que hemos apendido es que a un obstáculo hay que sortearlo, derribarlo, atravesarlo, pulverizarlo...

¿Alguien, alguna vez, se ha sentado a dialogar con ellos? Sí, alguna vez te sentaste a conversar con esos obstáculos?

Yo creo que si alguien determina que una cosa es un obstáculo es porque está haciendo una lectura o interpretación equivocada de aquello que tiene delante. Es porque nunca se ha sentado a tener una conversación amistosa. Será porque la confrontación fue el único recurso aprendido para abordar esta realidad interna.

Recursos propios entablan una lucha sin cuartel con los obstáculos.

¿Pensaste alguna vez que eso que llamás “Obstáculo” puede ser tu gran aliado, tu maestro y tu guía?

Imaginate si la fuerza con que el obstáculo se opone a ti la tuvieras empujando a tu favor? Yo creo que serías capaz de concretar más de un sueño, que por tenerlos pendientes, ya casi los has olvidado...

Traigo este cuento que ilustra mi propuesta.

El padre le echó de casa y el joven anduvo errante. En su caminata llegó a un castillo donde quiso pasar la noche. El dueño sólo le podía ofrecer la torre, pero le previno de que allí había unos perros salvajes que en varias ocasiones habían devorado ya a varias personas. Sin embargo, el joven no tenía miedo, ya que conocía el lenguaje de los perros. Así que tomó algo para comer y se acercó complaciente a los perros salvajes.

Cuando llegó al lugar, los perros ni siquiera le ladraron, sino que saltaron a su alrededor moviendo amistosamente el rabo, comieron lo que el joven les puso y no le tocaron ni un pelo. A la mañana siguiente, el joven regresó sano y salvo, ante el asombro de todos, y dijo al señor del castillo: “Los perros me han explicado en su lenguaje por qué están ahí y por qué hacen tanto daño al país. Están malditos y tienen que guardar un gran tesoro que está debajo de la torre, pero no podrán encontrar descanso hasta que el tesoro haya sido retirado. También me he enterado de cómo hay que hacer esto” El joven desenterró el tesoro. Los malditos perros salvajes se tranquilizaron, se apaciguaron y abandonaron el castillo. Todo el país recobró la calma.


Wllhelm Laiblin, discípulo de C.G. Jung resume el mensaje de este cuento de la forma siguiente: “Aprende en primer lugar a comprender en ti el lenguaje de los perros salvajes y acércate a ellos en plan de amigo y hermano. Entonces te dirán que ellos, los rechazados, los despreciados y temidos, se comportan tan inquietamente porque, como tus mejores y más fieles amigos, quieren despertar y guiar tu atención hacia el tesoro escondido que te está esperando en el fondo de tu alma, y que sacarlo a la luz es propiamente la tarea que te incumbe”.

Los perros salvajes pueden ser mis pasiones, mi ira, mis celos, mi sexualidad, mi susceptibilidad, mis crisis depresivas, mis miedos y angustias, etc (sigue la lista) No debo encerrarlos en mi torre, pues entonces cualquier día perderé por completo el control de mi vida; más bien he de buscar hablar con ellos. Ladran tan fuerte porque tienen que guardar un tesoro. Ahí dondequiera que algo me oprime, donde no puedo arreglármelas conmigo mismo, donde un conflicto se anuncia en voz alta, donde una enfermedad grita sensiblemente, ahí yace también un tesoro oculto. Y precisamente, que haya algo hirviendo dentro de mí, es la señal de que hay algo que quiere romper, vivir y florecer.


Transformación quiere decir que no rechace o encierre nada en mí, sino que dialogue con mis pasiones, con mis enfermedades, con mis conflictos y problemas, incluso con aquello que me avergüenza. Entonces todo me conducirá a ese tesoro que está en mí, escondido, hacia las nuevas posibilidades de vida, hacia una nueva calidad que hasta ahora he reprimido.

Ahí donde me siento impotente y choco con mi incapacidad para controlar mis fallos, debilidades y problemas, ahí también yace un tesoro enterrado. En lugar de gastar mis energías en querer eliminar o reprimir las faltas por la fuerza, debería dialogar con mis fallos y aquello que me avergüenza, con mis conflictos y problemas, porque entonces ellos me descubrirán el tesoro que en el fondo de mi ser espera a ser rescatado y, al mismo tiempo, me señalarán el camino para llegar hasta él
.*

Los invito a sentarse a convesar con aquello que llamamos “obstáculos”. Encontrarán en ellos sabios maestros y fieles amigos...



* Extraído de “Transformación”, Anselm Grün, Editorial Verbo Divino, 202, p.p. 19-22.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente Gon!!!!!!!!