sábado, 26 de febrero de 2011

Confirmado: Hay vida en otros mundos!

Tenemos, los humanos, una ilusión: la de crear un mundo ideal. Queremos armar un mundo a nuestra medida con una firme convicción: ¡sólo aquí dentro existe la vida! De que sólo en este lugar se viven los valores verdaderos, y se mantienen las creencias más sólidas y consistentes; de que sólo aquí tenemos un estilo de vida “correcto”; todos respiramos el mismo aire, tenemos los mismos gustos, hacemos las mismas cosas; los hijos son amigos entre ellos y van a los mismos colegios, a los mismos clubes, a los mismos lugares de vacaciones...

La vida es lo que sucede allí dentro...

Yo creía en mundos ideales... y por momentos los creaba y los buscaba por todos lados... a corto plazo el proyecto funcionaba. Pero a mediano empecé a sentir cierto ahogo, y a largo plazo ya tenía claros signos de mortalidad. El encierro es una enfermedad terminal.

Los sistemas cerrados son aparentemente más seguros. Son más previsibles. Más controlables. Se reducen los riesgos y también las sorpresas. Todo se conoce. Lo conocido tranquiliza.

Ya casi nada te desacomoda ni te desafía. Te instalás. Marcás tus dominios. Y una lápida invisible se levanta declarando la muerte de tu espíritu...

Los sistemas abiertos son más incómodos. Te molestan. Te exponen. Te sacuden, modifican, te ponen delante de nuevas preguntas cuyas respuestas no las tenés envasadas al vacío sino que tienes que salir a cosecharlas en terrenos desacampados, vírgenes, sin alambrados ni puesteros que te sacan a los tiros y te piden una identificación para visitar a un amigo del alma. (esta frase final la tenía atragantada. Disculpen el exhabrupto).

La 2ª ley de termodinámica nos dice que: La cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse con el tiempo.

¿Para qué traigo esto? Los sistemas cerrados se mueren. Los sistemas abiertos se renuevan y se desarrollan. Adquieren nuevas formas de equilibrio, un equilibrio inestable o provisorio. En términos existenciales sería: Una persona que se expone: crece. Uno que se esconde… permanece igual o decrece.

En estas vacaciones conocí personas nuevas, increibles, que me modificaron, que me cuestionaron valores, creencias, paradigmas, me hicieron pensar, sentir, vivir...

Sigo abierto a los detalles más humanos... no he abandonado ideales: la invitación es abrirse hasta la expansión plena, cada uno, en su versión más genuina y original.

martes, 1 de febrero de 2011

El cómo es el quid de la cuestión

En muchas situaciones de la vida, frente a desafíos, problemas, encrucijadas, conflictos, podemos llegar a descubrir qué es lo que tenemos que hacer. Inclusive lo conversamos con otros para fortalecer nuestra decisión. Llegamos con cierta claridad a definir qué hacer. A mi me da la sensación de que en la mayoría de los casos sabemos qué hacer.

En donde se nos genera el problema es en cómo hacerlo. Ahí es donde todos discutimos y en realidad pocos saben cómo hacerlo.

Es muy fácil decirle al otro: qué es lo que debería hacer. Y después de que te dicen preguntás: “Bueno, ¿Y cómo lo hago?” El Gurú de turno levanta los hombros y con cara de póker te dice: “Hmm, no sé, fijate, probá”

Más de una vez me descubrí diagnosticando y sentenciando caminos. “Vos, deberías hacer esto o aquello”, como si fuera un vidente arrogándose la omnisciencia y la omnipotencia de quién sabe qué dios sabedor de todas las cosas.

Yo no sé lo que cada persona tiene, debe, o quiere hacer.

Pero si querés... te acompaño en el camino. Si querés podemos generar una atmósfera para que explores tu interior sin amenazas, con confianza y contención.
Hasta donde quieras abrirte, profundizar, explorar, cuestionarte, depende de vos. No iré adelante. No iré detrás.

Hace un tiempo que he cambiado mi abordaje. ¿Si me preguntás? Te cuento qué hice yo y cómo lo hice. Comparto lo que sucedió en mí a partir de eso. Puedo mostrarte los frutos de mi “qué hice” y de “cómo lo hice”. ¿Si eso te aporta algo? ¡Genial! Lo celebraremos. Y si lo mío en nada te ayuda, seguiremos buscando juntos el qué y el cómo de aquello que estés necesitando encarar.

Los artesanos de antes, y digo los de antes porque era sabido que tenían aprendices, enseñaban el cómo del oficio con mucha paciencia, entrega, humildad, transmitiendo los secretos y misterios de ese arte. Ellos tenían muy claro el qué y eran muy sabios, generosos, exigentes y dedicados a explicar el cómo.

Yo creo que hoy quedan pocos artesanos de aquellos. Hay pocos que se dedican a compartir el cómo en la extraordinaria experiencia de vivir.

Quizás también queden pocos aprendices con ganas de escuchar a los sabios...

Quizás queden pocos sabios...

Quizás hay más pioneros, emprendedores, libre pensadores y autodidactas

No lo sé...

Sea lo que sea que exista o haya dejado de existir... creo que: en el cómo está el quid de la cuestión.