lunes, 28 de junio de 2010

No soy lo que hago...

Hay una distinción conceptual que me ayudó mucho para entender a los otros y a entenderme a mí mismo. “No soy lo que hago”. Saber esto me ha ahorrado innumerables enojos, angustias, resentimientos, frustraciones, insatisfacciones, y varios sentimientos más, que en ocasiones me habitaban, y me hacían pasarla muy, pero muy mal.

Cualquier error en lo que hacía lo interpretaba, directamente, como una falencia de mi propio ser. Cuando era criticado por lo que hacía o decía sentía que toda mi persona era amenazada bajo la condena de opiniones, de juicios, y de sentencias de todo tipo, grupo y factor.

Algunas experiencias me han enseñado que lo que digo es apenas algo de lo que soy y lo que hago es una pequeña expresión de mi ser interior. Y he aprendido que los juicios ajenos, sentencias y condenas hablan más de aquellos que las pronuncian que de la persona a quien se dirigen.

Un enorme sentido de libertad me inunda cuando logro hacer esta distinción. Puedo criticar lo que hago y corregir mis acciones. Puedo reírme de mis errores, hacerme cargo, pedir disculpas siempre dejando a salvo el valor como persona. De esta manera puedo mejorar, crecer, desarrollarme, ofrecer mi mejor versión sin que mi estima se vea maltratada, vapuleada o sacudida.

Mis palabras dicen algo de mí. Pero ocultan más de lo que revelan.
Mis acciones dicen algo de lo que soy, pero nadie puede llegar a la profundidad de la cual brotan.
Mis ideas dicen algo de mí…
Mis emociones revelan algo de mi mundo interno…

Pero siempre queda protegido, cuidado, a salvo, el sagrado misterio de lo que cada uno es…

miércoles, 9 de junio de 2010

Cuando el alma de sabe inconquistable

Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses que existan
por mi alma inconquistable.

Caído en las garras de la circunstancia
no he pestañeado ni llorado,
bajo los golpes que me echó la suerte
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.

Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuan estrecha sea la puerta,
cuan cargada de castigo la sentencia,
soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.


Este poema lo conocí a través de la Película Invictus. Leí acerca de su autor y me impactó su vida, me inspiró, también, enterarme que Nelson Mandela se lo recitaba a sí mismo en aquellos años tremendos de cautiverio.

No soy Henley ni Mandela pero no deja de ser valioso el camino que este poema viene haciendo en mí.

Los hombres y las mujeres tenemos noches negras de insondable abismo. No las podemos evitar; nos resistimos, las negamos, nos enojamos, nos revelamos, rara vez las aceptamos, y en muy pocas ocasiones las transformamos en sabiduría de vida. Admiro a aquellos que las pueden agradecer como si fueran experiencias de transformación en las cuales uno ya no es el mismo después de haberlas atravesado.

Valoro inmensamente a aquellos que consideran a la noche como una aliada en el proceso de autoconocimiento y desarrollo personal. Esas personas dejan de tener miedo, le pierden el miedo a su propia interioridad. Salga el monstruo que salga detrás de las murallas del alma o de los abismos del corazón.

El corazón permanece inquebrantable. Aunque la carga sea pesada y la puerta muy estrecha podemos elegir como vivir las circunstancias que la vida nos ofrece. Siempre hay espacio para la decisión personal. Eso es lo que creo. Algo de esto significa ser líder de uno mismo, auto – liderarse.

Se dice que: "el arte de ser líder" es el "arte de ser uno mismo". El arte, en consecuencia, está relacionado con la belleza; y así como la belleza no se puede definir con facilidad, aunque se la "distingue" cuando se la contempla; así es el liderazgo de uno mismo.

Cuando nos lideramos a nosotros mismos estamos manejando las herramientas del conocimiento de SI. Somos aquellos seres humanos que han decidido acompañarse a SI mismos y de "hacerse cargo de nuestro propio ser". Esa belleza que emana como una luz interior se expande hacia fuera, mostrando su plenitud, su simpleza y su creatividad en el "encuentro diario" con uno mismo, con los demás y con el mundo.

Pase lo que pase, venga lo que venga, soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma.



William Ernest Henley ha pasado a la historia de la literatura inglesa como poeta, y esencialmente por ser el autor de un poema incluido en el que fue su último libro, In Hospital, publicado en el mismo año de su muerte, ocurrida cerca de Londres en 1903. El poema se titula “Invictus” (escrito en el año 1875), y es el poema que Nelson Mandela se recitaba a sí mismo cuando llegaban los momentos peores a lo largo de su terrible cautiverio en prisiones sudafricanas por su lucha contra el racismo y el apartheid.