lunes, 19 de octubre de 2009

Carl Rogers siempre se hacía estas preguntas

: ¿Puedo oír el sonido, la sensación y la forma del mundo interno de esta persona? ¿Me será posible hacerlo y permanecer junto a ello? ¿Puedo resonar con lo que está diciendo tan profundamente que pueda sentir el significado que tiene miedo de expresar tanto como lo que de hecho dice?

Estas preguntas que Rogers me deja flotando en el aire me movilizan. Me llegan a lo hondo. Me despiertan a la reflexión. Templan mi ego. Me desnudan algunos miedos. Iluminan cuartos oscuros. Me anuncian la existencia de otro mundo…

Existe el mundo interno de la otra persona. Un mundo que a veces supongo conocer. Y, cada vez que supongo, me equivoco. Cuando interpreto el mundo interno del otro desde mis propios paradigmas me equivoco.

Mis formas internas, creencias, valores, modos de sentir, de pensar, de vivir, de tomar decisiones, encuentran un sentido dentro de mí, pero no lo encuentran dentro de otro. Lo que para mí puede ser un sonido armonioso para el otro puede ser una estridencia insoportable.

Esto me desafía a conocer más profundamente mi mundo interno para abrirme al conocimiento del mundo interno del otro, y poder distinguir; valorar las diferencias, comprender al otro, mirar como el otro mira, desde su propio marco de referencia.

Jacobo L. Moreno lo expresó de esta manera: “Un encuentro de dos, cara a cara. Y cuando estés cerca, tomaré tus ojos y los pondré en lugar de los míos, y tú tomarás mis ojos, y los pondrás en lugar de los tuyos. Y luego te miraré con tus ojos y tú me mirarás con los míos”.

Acceder al otro desde esta perspectiva no significa acordar en todo. Pero comparto con Rogers y con tantos que es una manera mejor de conocer y comprender. Así podemos saber porqué dice lo que dice, porqué piensa lo que piensa, siente o cree.

Este camino me ayuda a acercarme a lo que el otro va siendo en su propia verdad, sin distorsionarlo ni recortarlo desde mis puntos de vista, desde mis juicios o creencias.

El juicio describe más a quien lo hace y no tanto a aquello que se juzga. Por los juicios que hagas te conocerán…

¿Recuerdan a Procusto? Era un bandido de Ática. ¿Saben los que les hacía a los viajeros? Después de robarles los metía en un lecho de hierro. Los adaptaba. Si no entraban, los mutilaba… interesante imagen… ¡Aterradora!
El lecho de Procusto está disponible… y hoy en día no hay vacantes por el exceso de demanda.

Vuelvo a traer esta pregunta ¿Puedo resonar con lo que el otro está diciendo tan profundamente que pueda sentir el significado que tiene miedo de expresar tanto como lo que de hecho dice?

Y añado algunas mías. ¿Tengo miedo de escuchar cosas que me hagan cuestionar mis certezas? ¿O prefiero escuchar lo que yo quiero?
¿Lo diferente es amenazante?
¿Lo que no controlás te angustia?
¿Podrías abrirte al otro sin miedo a ser transformado?


¿No necesitarás que alguien empatice con vos y te comprenda?

miércoles, 7 de octubre de 2009

Ser Asertivo es una buena opción

Siempre me gustó ser dueño de mis palabras, de mis decisiones, y acciones. Con más o menos éxito quise crecer en auto control. No quería que los demás me forzaran a decir cosas, a reaccionar o tomar decisiones que no fueran fruto de una elección libre.

Para algunos resulta fácil elegir sus palabras, diseñar sus acciones y tomar decisiones cuando el clima de una relación no es amenazante. No sucede lo mismo cuando algo, o alguien, se acercan a nosotros bajo el modo de la ira, el enojo, la injusticia, el juicio infundado o cruel, la mentira, la apariencia, o la ambigüedad.

Creo que a veces recibimos gritos, enojos, furias, injustas y desproporcionadas. Por no tomar conciencia de lo que nos va pasando descargamos nuestras emociones en un lugar inapropiado, en una intensidad desmedida y con la persona equivocada.

Traigo situaciones como esta: ¿Por qué me gritas así, si yo no tengo nada que ver? Además, haciéndolo así, ¿Lográs lo que querías, verdaderamente? Cada uno puede recordar ejemplos de su vida cotidiana. Una clásica: discutes con tu jefe y la ligan tu mujer y tus hijos…


No propongo quedarse pasivo frente a los conflictos. Tampoco soy muy amigo de la agresividad ni de la violencia.

Tampoco propongo negar los sentimientos y emociones que habitan dentro de mí. Se trata de reconocerlos, de apropiarse de cada uno de ellos. Dialogar para que nos vayan contando cuál es nuestra parte más afectada. Y después, decidir cuál es la mejor manera de expresarlos.

Un concepto que ha ganado terreno en las relaciones humanas es el de Asertividad.

La Asertividad se define como: "la habilidad de expresar nuestros deseos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás. Negociando con ellos su cumplimiento". Está en el tercer vértice de un triángulo en el que los otros dos son la pasividad y la agresividad. Situados en el vértice de la pasividad evitamos decir o pedir lo que queremos o nos gusta, en la agresividad lo hacemos de forma tan violenta que nos descalificamos nosotros mismos

Emplear la asertividad es saber pedir, saber negarse, poner límites de auto protección, negociar y ser flexible para poder conseguir lo que se quiere, respetando los derechos del otro y expresando nuestros sentimientos de forma clara. La asertividad consiste también en hacer y recibir cumplidos, y en hacer y aceptar quejas.

Me gustaría desarrollar la asertividad. Para saber decir, saber actuar, y tomar las mejores decisiones que me acerquen a lo que quiero ser, con una fuerte autoestima y una libertad responsable.