
Estas preguntas que Rogers me deja flotando en el aire me movilizan. Me llegan a lo hondo. Me despiertan a la reflexión. Templan mi ego. Me desnudan algunos miedos. Iluminan cuartos oscuros. Me anuncian la existencia de otro mundo…
Existe el mundo interno de la otra persona. Un mundo que a veces supongo conocer. Y, cada vez que supongo, me equivoco. Cuando interpreto el mundo interno del otro desde mis propios paradigmas me equivoco.
Mis formas internas, creencias, valores, modos de sentir, de pensar, de vivir, de tomar decisiones, encuentran un sentido dentro de mí, pero no lo encuentran dentro de otro. Lo que para mí puede ser un sonido armonioso para el otro puede ser una estridencia insoportable.
Esto me desafía a conocer más profundamente mi mundo interno para abrirme al conocimiento del mundo interno del otro, y poder distinguir; valorar las diferencias, comprender al otro, mirar como el otro mira, desde su propio marco de referencia.
Jacobo L. Moreno lo expresó de esta manera: “Un encuentro de dos, cara a cara. Y cuando estés cerca, tomaré tus ojos y los pondré en lugar de los míos, y tú tomarás mis ojos, y los pondrás en lugar de los tuyos. Y luego te miraré con tus ojos y tú me mirarás con los míos”.
Acceder al otro desde esta perspectiva no significa acordar en todo. Pero comparto con Rogers y con tantos que es una manera mejor de conocer y comprender. Así podemos saber porqué dice lo que dice, porqué piensa lo que piensa, siente o cree.
Este camino me ayuda a acercarme a lo que el otro va siendo en su propia verdad, sin distorsionarlo ni recortarlo desde mis puntos de vista, desde mis juicios o creencias.
El juicio describe más a quien lo hace y no tanto a aquello que se juzga. Por los juicios que hagas te conocerán…
¿Recuerdan a Procusto? Era un bandido de Ática. ¿Saben los que les hacía a los viajeros? Después de robarles los metía en un lecho de hierro. Los adaptaba. Si no entraban, los mutilaba… interesante imagen… ¡Aterradora!
El lecho de Procusto está disponible… y hoy en día no hay vacantes por el exceso de demanda.
Vuelvo a traer esta pregunta ¿Puedo resonar con lo que el otro está diciendo tan profundamente que pueda sentir el significado que tiene miedo de expresar tanto como lo que de hecho dice?
Y añado algunas mías. ¿Tengo miedo de escuchar cosas que me hagan cuestionar mis certezas? ¿O prefiero escuchar lo que yo quiero?
¿Lo diferente es amenazante?
¿Lo que no controlás te angustia?
¿Podrías abrirte al otro sin miedo a ser transformado?
¿No necesitarás que alguien empatice con vos y te comprenda?