lunes, 13 de abril de 2009

Más integrados, más cercanos, más vivos…

Nuestra vida no siempre se expresa de modo integrado.

Fragmentos en nuestro interior se guardan para sí mismos sin una propuesta clara para salir a la luz. Se esconden más bien detrás del orgullo, o del miedo o de la inseguridad existencial.

Se manifiesta en la tristeza y en la angustia cuando mis pensamientos no comulgan con mis sentimientos, cuando mis emociones están ausentes de mis actos, cuando mi libertad está atada a tanta desintegración.

Es un camino que de a poco nos va dejando en soledad. Muy distantes de nosotros mismos y de aquellos que amamos.

Según sus practicantes, el yoga otorga como resultado:

• la «unión o integración del alma individual con Dios», entre los que tienen una postura de tipo devocional (o religiosa), o bien

• «el desarrollo de la conciencia espiritual (la percepción de la naturaleza, origen y destino espiritual del ser)», entre los que tienen una postura racionalista (atea o agnóstica).


La realización de esta «conciencia unitiva» es un estado en el que el individuo se siente uno con su entorno vital, mediante un fenómeno psíquico de «expansión».


Muchos coinciden en que la respiración está en la base del Yoga. Inspirar inflando, primero el diafragma, luego el pecho y por último la zona superior de la clavícula. Se retiene unos segundos y se suelta el aire presionando los músculos del diafragma.


Si este modo de respirar se va haciendo cada vez más consciente, perseverante y se incorpora como estilo de vida, lograremos mayor percepción de nosotros mismos, del mundo y de los demás.


Puedo descubrirme todo ahí, presente a mi mismo. Puedo empezar a quedarme cinco minutos por día y extenderlo hasta 20.


Este es un camino muy recomendable para estar más vivos.

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