viernes, 22 de julio de 2011

Pero la pucha, ¡Qué lindo fue conocerte!

Fue doctor toda su vida. Director de un importante hospital de la zona. Jubilado y retirado de ese generoso servicio decidió volver a estudiar. Tenía 78 años. Antes se había ocupado de los cuerpos, ahora se ocuparía de las almas. Fue entonces que decidió estudiar consultoría psicológica. Allí nos encontramos.

Miguel era un sabio y un niño a la vez. Ya estaba de vuelta en muchas cosas pero su asombro no tenía límites. Estaba en un estado de constante aprendizaje. Preguntaba, indagaba, se maravillaba de nuestras respuestas. Agradecía por la lección recibida. Siempre abierto a nuevos horizontes, paradigmas, novedades…

En su casa siempre había té, alfajores, cerveza y frutos secos.

Nos invitaba a estudiar. Hacía grupo de estudio con Fede, Seco, Luli, la Ferchu y Feli, a veces Andy, y yo. Pero había un elenco estable. Un grupo predilecto por él. Y Miguel era uno más.

Lo sentí muy compinche. Se prendía a todo. En las clases actuaba, se disfrazaba como si tuviera 20 años. Una disposición fresca que nos dejaba pensando… ¡Ojalá lleguemos a su edad con ese espíritu tan joven!

Sin conocernos tanto, me ofreció su cabaña en San Martín de los Andes que contaba con un antiquísimo pero súper confiable jeep Maruti. ¡Qué buenas vacaciones! Montañas, ríos, selvas… El Marutti se bancó todo. La pasé fenomenal en esa cabaña al filo de la montaña. ¡Gracias Generoso Miguel!

Hace dos meses me lo encontré por la calle y emocionado me tiró un abrazo al que le correspondí de modo incondicional. Me dice: “Me estoy yendo a visitar a mis hijos que viven en Europa. Cuando vuelva, a fines de junio, te llamo y armamos un asadito con los chicos, así nos vemos”. Ahí quedó flotando la invitación… Hoy nos enteramos que Miguel murió. Estamos tristes. Nos quedamos sin el último asado. Nos quedamos sin Miguel. Ya te estamos extrañando. Igual, del asado no te salvás. No fue en esta vida, asi que será en la otra.

¡Pero, la pucha, qué lindo fue conocerte!