domingo, 19 de junio de 2011

Guiños inesperados

El legado de un padre puede ser múltiple. La trascendencia de sus acciones es impredecible. Me sorprende encontrarme con puertas abiertas a situaciones jamás imaginadas. Me conmueve cruzarme con personas que me tienden su mano sin haber sembrado yo la más mínima semilla de la oportunidad. Me emociona saber que alguien dejó latiendo ese gesto para que yo me lo encontrara años después.

Quiero pensar la existencia de mis ancestros como aquellos que sembraron en el mundo una cantidad infinita de oportunidades que, si camino despierto y conciente, me darán la evidencia de que siguen presentes, en estas coordenadas de tiempo y espacio, guiando, acompañando, motivando e inspirando mi travesía.

¿El golpe de suerte no será el guiño de alguno de tus ancestros?

¿No te sucedió alguna vez de haber recibido el fruto de algo que nunca sembraste?

Yo tenía 10 años. Muchos saben de mi pasión por navegar y, también saben, que fue algo que recibí de mi padre. Estábamos en el club náutico, un día de tantos. Un amigo de mi viejo se acercó y le contó con alegría que se había comprado un barco. Mi viejo lo felicitó y le preguntó cuando lo invitaría para probarlo. Martín, su amigo, sacó las llaves del “Baccarat” y le dijo: “Tomá, es tuyo”. “Cuando vos quieras, lo usás”.

A mí, me impresionó ese gesto de generosidad, de confianza, de amistad sin condiciones y miraba ese mundo de los grandes con profundo respeto. Yo era chico pero había entendido todo el significado de la amistad.

Hace un mes atrás. Más de 30 años después de ese episodio. Un día de tantos, estando yo en el club, me encuentro con Martín y nos estrechamos en un gran abrazo. Intercambiamos información acerca de “en qué andaba cada uno” y me dice: “Gonza, ¿Estás navegando?” – Sí, le respondí. Siempre menos de lo que me gustaría. Sigo llevando el río en la sangre. Y continúa: “me acabo de comprar el Bonanza, lo tengo en la bahía” y sacando las llaves me dice: “Es tuyo, navegalo cuando quieras”…

En un micro – segundo, se me erizó la piel, se me llenaron los ojos de lágrimas, me conmoví profundamente…

Gracias Martín…

Gracias Viejo…

¡Feliz Día!