Dice el refrán popular: “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Madre e hija salían entusiasmadas de Musical que acababan de presenciar. La madre le propuso a su hija sacarse una foto delante del mural que presentaba la obra. Allí estaban los protagonistas. La hija posó delante del mural con una sonrisa inmensa y sus ojos emocionados. Miré a la madre y ella también tenía sus ojos llenos de lágrimas.
La niña portaba un bastón blanco.
Se estaba sacando una foto que ella nunca iba a ver…
Varios días después… recorriendo el Museo Británico me encontré con esta leyenda junto a la impresionante estatua de Nefertiti: Se ruego no tocar, sólo pueden hacerlo las personas no videntes. En la siguiente sala, una persona no vidente tocaba minuciosamente la estatua de Ramsés II. Su rostro parecía iluminarse como si escuchara una confesión del mismo Ramsés. Sus ojos fijos en la nada seguían con atención el relato que imaginaba en la oscuridad.
Otra escena similar me la encontré en la Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona. Diseñada por Gaudí es una obra maravillosa. Un hombre estaba sentado en el centro de la basílica escuchando el audio guía que describía la obra. Este hombre también lucía un bastón blanco. Con su mentón levemente elevado parecía respirar lo que Gaudí había soñado y logrado plasmar en la Basílica. Supongo que por la sutil sonrisa de su rostro estaría disfrutando mucho de lo que sus oídos le ayudaban a ver.
Con estos relatos quiero refutar a muerte el famoso refrán. Porque aunque los ojos nos vean, el corazón siente. El corazón ve cosas que los ojos no ven… porque lo esencial sigue siendo invisible a los ojos.
Para ver más, para ver mejor hay que creer, escuchar y sentir…
viernes, 25 de mayo de 2012
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1 comentario:
con los ojos brillantes y la piel de gallina! gracias por compartirnos tan sabias palabras...
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