domingo, 23 de junio de 2013

Una y mil veces... siempre es novedad



Todos los ríos van al mar y los que no… se enferman en estanques protegidos.
 
 Nadie se baña dos veces en el mismo río, decía un filósofo de la antigüedad.
Escuché esta frase mil veces. Nunca había entendido su significado.
 
Soy de aquellos que escuchan cien veces la misma canción y se emocionan ciento una.
Soy de aquellos que ven mil veces la misma película y lloran las mil y una.
 
Sé como empieza, sé lo que sucede, sé cómo va a terminar… y aún así… me vuelvo a emocionar.

Una persona envejece cuando pierde la capacidad de conmoverse, cuando las cosas ya no lo sorprenden, cuando se blinda para que la vida no lo sacuda.
 
En la película “Tierra de Sombras” que protagonizan Anthony Hopkins y Debra Winger, hay un diálogo en la que ella le dice: “Creaste un mundo para que nada te tocara”.

 ¿Se han encontrado con personas que “saben todo” y ya nada los afecta? ¿Personas que miran por arriba, a cierta distancia de las cosas, explicando racionalmente lo que sucede y sintiéndose maduros porque han superado la instancia de sentir?
 
Cada tanto conozco personas que no han perdido la ingenuidad. Que conservan intacta la capacidad de sentir, de dejarse influenciar, abiertos a la experiencia, al intercambio, sin miedo a perder, con todo por ganar. Que se interesan genuinamente con las historias y vivencias de los otros. Que aceptan ser modificados en su manera de pensar y vivir. Que saben que no viven en la verdad absoluta y menos aún, saben que no son dueños ni de la más pequeña revelación por más sagrada que sea.
 
Son personas que no tienen miedo. Que abandonan el dogma por la fresca experiencia del vivir. No se relacionan desde los juicios sino que disfrutan de los relatos, se sumergen en ellos y salen salpicados, mojados, renovados. Ellos viven el encuentro cotidiano como una experiencia transformadora.
 
Celebro que mi amigo Juan relate su vida, de manera intensa, profunda, divertida, plena de sentido, como si cada día fuera para él una revolución copernicana.
Y, también,  me dio tristeza que alguno de sus más cercanos hayan dicho: “Esta película ya la vi.” Y se hayan retirado de esa fiesta sin un rasguño.
 
Personas como Juan, intuyen que no somos los mismos de un momento a otro. Que la vida tiene un dinamismo evolutivo. Que dejarse llevar por esa dinámica inevitable es lo que llaman: CRECER, bañarse cada día en la vida y darse cuenta que ese río, nunca es el mismo.
 
Dejate salpícar, deja que la vida te toque, disolvete y serás manantial fresco, que corre siempre nuevo, hacia el mar.